La próxima crisis: Apocalipsis de la deuda o cuando los países caigan

Los actuales incrementos de los intereses de la deuda soberana de España e Italia, la clasificación como bono basura de la deuda de Portugal e Irlanda por parte de las agencias clasificadores y la amenaza de rebaja del rating de Estados Unidos demuestran que posiblemente lo peor de la crisis no haya pasado o que quizás sea ya una nueva crisis la que empieza a afectarnos.

La solución a la crisis que provocó la burbuja inmobiliaria, convertida al final en crisis financiera, consistió en la inyección a la economía, y a las entidades bancarias, de ingentes cantidades de dinero, ya fuese mediante la baja de los intereses de los bancos centrales, o mediante la aprobación de estímulos como las flexibilizaciones cuantitativas (quantitative easing, en inglés) en los Estado Unidos.

Inicialmente, estas medidas parecieron dar resultados, pero realmente sólo enmascaraban el verdadero problema: las malas inversiones provocadas por una anterior política monetaria laxa. Esas inversiones deberían haber sido purgadas dejando al propio mercado reestructurar el sistema productivo. En su lugar, se ha alargado la crisis y se ha sembrado la semilla de una nueva burbuja que provocará indefectiblemente una nueva crisis: la burbuja de la deuda soberana.

Siguiendo las erróneas recetas keynesianas y no permitiendo a los bancos pagar por sus errores, nos encontramos ahora con los primeros síntomas de la tragedia, tal y como hemos indicado en el primer párrafo. Sin embargo, nuestros dirigentes han sido incapaces de romper con esas erróneas recetas. Se propone en los Estado Unidos la elevación del techo de gasto, y en Europa la creación de Bonos Comunitarios que permitan, en ambos casos, seguir con la borrachera de deuda. En el caso europeo, surge también la tentación de fortalecer unas instituciones supranacionales, escasamente democráticas y altamente intervencionistas, mediante la creación de una política fiscal común. En lugar de permitir que cada nación pague por “sus pecados”, se pretende “diluir” los mismos juntándolos con las virtudes de aquellos pocos que los han hecho algo mejor.

Y al final, todo este peligroso juego de equilibrios nos puede llevar, tal como hemos comentado, a una crisis de magnitudes inimaginables, quizás la madre de todas las crisis, la apocalipsis final resultante una enfoque equivocado de la economía que triunfó plenamente a partir los años veinte del pasado siglo. Los países han querido salvar la economía y su sistema financiero y se les han acabado los recursos. El margen es escaso, por no decir que ya no existe margen. Puede que esos países hayan conseguido, al menos momentáneamente, salvar a sus bancos, pero si fatídicamente, como parece que va a ocurrir si no cambiamos el rumbo, estalla la burbuja de deuda que estamos creando, ya no serán unos poco centenares de miles, como el caso islandés, o unos pocos millones, como el caso griego los que sufrirán las consecuencias. Ahora nos encontraremos con una sociedad convulsa de 800 millones de personas (la población de Estados Unidos y la Unión Europea), que con bastante seguridad, debido a la actual globalización de la economía, transmitirá esa misma convulsión al resto del planeta.

A principios de los noventa, con el final de la Guerra fría, pudimos dejar atrás el miedo a un invierno nuclear provocado por una guerra entre las dos superpotencias enfrentadas. Quizás nos enfrentemos ahora a un nuevo invierno, esta vez económico, que destruirá la estructura de nuestro mundo. Podemos evitarlo. Pero hemos de hacerlo rápido, pues el reloj avanza y el tiempo no está jugando a nuestro favor.


Fragmento del documental "Sobredosis - La Próxima Crisis Financiera", de Martin Borgs y Johan Norberg



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