Turismo e intervencionismo

Por Jesús del Amo Lamborena

Los pasados días 27 y 28 de septiembre se celebró en Madrid el congreso de AECOC del canal HORECA. El sector HORECA engloba los sectores de la Hostelería, Restauración y Colectividades. El congreso fue punto de reunión de empresarios, distribuidores, fabricantes y asociaciones profesionales del sector.

Una de las ponencias que mejor explicó la situación actual del turismo en España fue la presentada en el congreso por Don José Luis Zoreda vicepresidente ejecutivo de Exceltur, asociación sin ánimo de lucro que agrupa a los 24 principales grupos españoles del sector turístico, desde hoteles a líneas aéreas, que buscan, a través de la asociación, promover la mejora de la calidad del turismo español.

En 2010 España recibió más de 53 millones de personas, siendo el cuarto país más visitado del mundo. En cifras macroeconómicas, el sector turístico representa más del 10% del PIB español, da empleo a más de 3 millones de personas, y en la actualidad, tras el parón del sector inmobiliario, es el único sector que puede liderar la recuperación de la economía española.

Para liderar dicha recuperación, Don José Luis Zoreda reclamaba que el sector turístico debería figurar como sector prioritario en los programas de los partidos de cara a las elecciones del 20N. Creo que, sin saberlo, el señor Zoreda se estaba metiendo en la boca del lobo.

El sector turístico español es uno de los sectores más regulados y uno de los que más sufren el intervencionismo estatal. No sólo por parte del gobierno central, sino también por parte de las diecisiete CC.AA. Las leyes regulan desde la apertura, la gestión y el modelo de negocio de los grandes establecimientos hoteleros de 5 estrellas, hasta las mesas de veladores de las modestas cafeterías de barrio.

El principal activo de la cadena de valor del turismo español, la costa, es por entero de propiedad pública,  lo que impide que puedan ser explotadas por los particulares, al contrario de lo que ocurre en países competidores como el norte de África o el Caribe. Se impide, por lo tanto, ejercer la función empresarial y la búsqueda de negocios, al verse afectado el principal bien que busca el turista en España: la costa. Así, la Ley de Costas de 1988, que viene a derogar una ley franquista de 1969, es de las más restrictivas del mundo, e impide, so pretexto de la preservación desde un punto de vista ecológico de las costas, cualquier actuación privada. En su lugar, su explotación pasa a manos públicas; con ejemplos de aprovechamiento “publico” tan negativamente notorios como el de la playa de las Teresitas en Santa Cruz de Tenerife.

El mercado también se regula hasta el punto de restringir la oferta, impidiendo el establecimiento de hoteles. Un ejemplo de lo anterior es la moratoria turística en las islas Canarias, que cercena la competitividad en el mercado del alojamiento hotelero, protegiendo a los ya establecidos de la entrada de nuevos competidores que dinamicen el mercado. El resultado es el envejecimiento y la “prostitución” de destinos ataño emblemáticos a nivel  mundial como el Puerto de la Cruz en Tenerife.

Se equivoca Don José Luis Zoreda al reclamar la atención de los poderes públicos sobre el sector turístico. No debería, el señor Zoreda, solicitar solamente asuntos tales como una unificación de las políticas de promoción de las comunidades autónomas (que responden siempre a criterios políticos de auto-promoción del partido gobernante de turno con el dinero de todos los ciudadanos), o reclamar también la eliminación de competencias duplicadas (y hasta triplicadas) por parte de las mismas administraciones públicas (por más que ambas cuestiones supongan una importante traba para el desarrollo turístico). El señor Zoreda, en nombre de Exceltur, debería más bien reclamar lo que el filoso griego Diógenes reclamo a Alejandro Magno cuando éste se dirigió a él en plena calle para que le solicitara cualquier cosa que pudiera necesitar. Diógenes, mirando al altivo conquistador y dueño del mundo, le dijo: Sí podéis hacer una cosa por mí, apartaros, que no me llega la luz del sol.